lunes, 15 de noviembre de 2010

Un Amor que No Puedo Explicar

“100 Años de Locura, de seguirte siempre a todos lados…”, reza la canción centenaria que La Pandilla entona con coreografía incluida. Esa que habla del amor que no se explica, claro. Y el Año Centenario está llegando a su fin y está faltando esa frutilla del postre que todo festejo merece y necesita. El Apertura entre ceja y ceja, como obsesión y con la certeza de que se puede. Nos encuentra expectantes, al acecho de un transitorio líder que cuando nos visitó se colgó del travesaño en una muestra de amarretismo, miedo y diarrea pocas veces visto. Por eso mismo hay que atreverse a más o, mejor dicho, a sostener lo que se viene haciendo. Manteniendo el espíritu, las ínfulas, el coraje, el entusiasmo, la decisión, el fútbol… Ganar y ganar es la cuestión, y a la espera de alguna pérdida de puntos del de arriba. Se torció finalmente esa maldita racha de no ganar fuera de casa, sabíamos que se podía, era cuestión de encontrarle la vuelta nomás. Y entonces ya no hubo lugar para grietas sino solo para el disfrute de ver un equipo sólido y ganador. La pirámide que empieza con el Departamento de Fútbol Profesional, continúa en la visión de un prócer como Bassedas y hace escala en ese Tigre Gareca hambriento de más gloria, vuelve a ser el relieve de esta estructura ya afincada entre las más destacadas y elogiadas del fútbol doméstico. Los actores que la llevan a cabo, los protagonistas, los jugadores, dieron sobradas muestras de excelencia y de capacidad para que ese proyecto se corone como lo hizo el año pasado con ese Clausura ’09 fantástico.
Como frenar, pues, la ilusión y el entusiasmo de nosotros, los hinchas. Como echar calma a tanto fuego desbordante luego de ver como se encadenan las victorias. Como apaciguar las palpitaciones de esta multitud que en estos mismos momentos comienza a abarrotar un Santuario Amalfitani para rugir una vez más. Imposible. Que los analistas hagan lo suyo, pero a esta masa uniforme en forma de “V” no le importa otra cosa que manifestarse de la manera más pasional posible con la mente, el cuerpo y el alma en estas seis finales que restan. Con la reprogramación de las fechas empezaron las conjeturas de cuando se juega cada cual, ya se va preparando el viaje a Mendoza para dentro de un par de semanas, no sea cosa que haya que rajarse del laburo o pegar el faltazo al colegio o facultad. Hay que prevenir todo, dentro de las posibilidades de cada uno, claro está. Nadie se quiere quedar afuera del spring final, es a todo o nada y hay que estar a tono. Las garras están afiladas para “pinchar” embusteros, para dar el zarpazo a esa cima que merecemos. Mucha manija, adrenalina al mango, optimismo y visión en positivo para tratar de coronar lo que merece nuestro Club modelo en su año Centenario.
Un amor que no puedo explicarlo. Hay sed de despedir el 2010 descorchando por una Nueva Estrella. En las manos de Barovero y Montoya, en la experiencia de Cubero, Somoza y Zapata, en la magia de Moralez, en los goles y la letalidad de Martínez y Silva, en el ida y vuelta de Papa, en el caudillismo de Domínguez, en la seguridad de Tobio y Ortiz, en el despliegue de Fernández y Díaz, en los aportes invalorables de Razzotti y Cristaldo, en el asomo de Alvarez y Canteros; en todos estos héroes en los que depositamos nuestra esperanza, apostamos a que ese sueño se haga realidad. Un Plantel que es la envidia y el elogio del resto, al que todos quisieran tener pero solamente nosotros disfrutamos. La misión de los fieles es alentarlos y ser pacientes que tarde o temprano las cosas les van a salir. Que no haya murmullos sino estruendos de ovaciones. Otra de las cosas que nos hace diferente de los demás.
No hay que desviar la mente del objetivo. Las famosas Cuatro Patas unidas no pueden fallar, quedó demostrado en más de una ocasión cuando las Vueltas Olímpicas fueron una sana costumbre. Escalón por escalón y hoy y ahora es el momento de ir por unos nuevos tres puntos. No demos el paso más largo del adecuado porque puede ser contraproducente. Abrochemos lo inmediato y luego pensemos en lo que viene. Este amor que no se puede explicar, debe hacer aunque sea esa concesión. Que empiece a latir…
Ponga huevo Fortín, vaya al frente.

Daniel Ortiz

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