
Primero demos la derecha a esos dirigentes tan bien consustanciados con la cruda realidad. Si ellos tienen razón, si el fútbol es un negocio, debemos sacar las conclusiones del caso: El fútbol ha tomado dimensiones tales que hacen imposible que no caiga en la lógica monopolizadora con la que el sistema económico mundial tiñe todo lo que toca. Y así es, la lógica de la concentración invade hasta a los mismos clubes.
Para comprobarlo basta observar el comercio mundial de pases. Marcelo Bielsa alguna vez lo dejó bien graficado: “Es la lucha del rico y el pobre. Por ejemplo si Boca vende a Riquelme sin sacar provecho de sus condiciones, entonces se puede decir que Boca es a Juventus lo que Argentino Juniors es a Boca”.
Esta desigualdad se ve también en los precios de esos pases de jugadores. Salvo que aparezca algún Jeque que aún no esté totalmente inmerso en las 40 del mazo del mercado mundial del fútbol, la mayoría de nuestros clubes deben vender a 5 lo que River vende a 10 a un club de Europa, para luego (después de un tiempo tan corto que hace imposible que su nivel futbolístico cambie sustancialmente) ese club europeo lo venda a 50 a otro del mismo continente ¿Qué diferencia hay entre esto y los precios que pagan por nuestras materias primas para luego multiplicar su precio? Una: En esta segunda etapa la materia prima se convierte en un producto elaborado, en cambio en el fútbol el producto es vendido desde el comienzo totalmente formado a precios abismalmente disímiles.
Lo mismo ocurre con respecto al mercado masivo de consumidores, si alguien quiere invertir en el fútbol, con el mercado argentino dominado en más de un 70% por dos equipos, no queda mucho margen para evaluar donde se debe poner la mayor cantidad de dinero. La misma diferencia se ve en las ventas de merchandising o ropa deportiva, las giras por China o Corea, la plata de la TV, etc., etc. Pero incluso en estos aspectos en que los dos argentinos más grandes superan al resto de sus compatriotas, sólo recogen migajas al lado de lo que recaudan los grandes de Italia o España.
Por ello, si consideramos que el fútbol es un negocio, la primera conclusión es que de él no podemos vivir más que en crisis permanente hasta que cada tanto un rey mago venido de oriente nos llene de dólares.
Pero aquí nos comenzamos a acercar al sentido de esta nota ¿Pueden esos grandes que consiguen muchos más ingresos que nosotros obtener réditos económicos con el fútbol? La respuesta es categóricamente NO. El fútbol no es un negocio para ningún club de este mundo, más allá de alguna circunstancia coyuntural que actúa más como excepción que como regla. El fútbol da pérdida de por si, en la Argentina y en Italia. El ordenamiento mundial que ha tomado el fútbol no deja posibilidad alguna para que ningún club, SA o asociación civil, pueda existir de otra forma más que incrementando constantemente su pasivo.
En Argentina esto lo vemos en los dos clubes que más recursos obtienen, es público desde hace un tiempo la situación a la que ha llevado a River el mantenimiento de un plantel estelar. Pero, según las denuncias de la oposición y algunos periodistas, la deuda de Boca es similar y hasta mayor. De hecho Macri reconoció en un reportaje radial el año pasado que el déficit mensual de su club era de más de un millón de pesos. El propio balance de Boca correspondiente al período 2005-2006 arrojó un pasivo de $75.417.000, esto a pesar de haber percibido ingresos por transferencias de jugadores por $35.000.000 y de la venta de La Candela.
Pero no crean que esto es distinto en los clubes que dominan el fútbol mundial. El Barcelona acumulaba en 2006 una deuda de 336 millones de euros. El Real Madrid “puede festejar”, su pasivo es de “sólo” unos 250 millones de euros, pero debemos agregar que a este club le llaman “república bananera” porque contrajo su propia “deuda externa”.
Inglaterra se está convirtiendo en el gran mercado del fútbol mundial, será por ello que las deudas de los españoles no son nada comparadas con el pasivo oficial del Manchester, nada menos que 963,6 millones de euros.
En Italia el asunto es general. Hace poco trascendió que los clubes italianos tendrán graves problemas debido a los más de 500 millones de euros de deudas que acumulan con el fisco.
La Liga Alemana de Fútbol (DFL) reconoció hace un tiempo que los clubes alemanes debían 698 millones de euros, la prensa estimaba que la deuda real pasaba los 800.
En resumen, si ellos no pueden obtener rédito del fútbol, ¿quién puede hacerlo? Nadie.
Por esto decimos a esos dirigentes de clubes que posan de tener tan bien puestos los pies sobre la realidad: El fútbol no es un negocio.
Claro, aclaremos, no lo es para quienes forman parte directa del mundo del fútbol. Para los agentes externos a él la realidad es otra. Porque a esta altura seguramente se preguntarán ¿Cómo se sostiene esto? ¿A quién le sirve? En la respuesta a estas preguntas está la explicación a este estado de cosas.
Silvio Berlusconi, a poco de asumir la titularidad del Milan, declaró que esta entidad significaba sólo el 1% de la facturación de su grupo empresario, pero que estaba conciente que todo su holding sería juzgado por los resultados obtenidos por el Milan. Como sabemos hoy, para Berlusconi el Milan era una plataforma para jerarquizar el resto de sus empresas y catapultarse políticamente, una especie de publicidad inmejorable para sus negocios y para el. En función de eso debía armar equipos con los mejores valores del mundo sin importar cual sea el costo para el club, estaba en juego su carrera política y su empresas. En la Argentina tenemos un seguidor de esta estrategia exitosa, y como el italiano sabía que ante el éxito deportivo el sería juzgado positivamente, sin importar la situación económica del club.
Así se puede usar el fútbol productivamente sin importar las finanzas de sus actores directos, lo importante son las de sus usuarios externos, los más importantes son la TV y los sponsors que esta hace posible.
En 1993, Ávila ofrece Fútbol de Primera a Telefe. Telefe no acepta por no cambiar de horario a su programa más exitoso, Ritmo de la Noche. Ávila acuerda con Canal 13. El programa de Tinelli tiene ese año tres veces más audiencia que Fútbol de Primera, pero este obtiene 7 veces más ingresos que su vencedor en las mediciones de rating.
Es que el deporte en general y el fútbol en particular no es sólo un productor de grandes audiencias para empresas que quieran difundir sus productos y servicios, el deporte es un prestigiador de todo lo que se le pegue a él. Así, empresas como Coca Cola suelen preferir colocar publicidad en juegos deportivos de no demasiada repercusión de público, es que sabe que ligar su imagen a la actividad deportiva generará un posicionamiento jerarquizado de su producto.
El fútbol potencia aún más este efecto. La TV es la principal beneficiaria de esta estrategia publicitaria, porque el fútbol efectivo para un sponsor es el fútbol televisado, no sólo por la mayor cantidad de espectadores, sino también porque en el imaginario social (en especial el de la clase media, el principal consumidor) aquello que se televisa es considerado trascendente y prestigioso.
Este negocio prestigiador requiere de “prestigiadores” adentro de la cancha. Por ello se producen disputas por cualquier jugador que destaque un poco, subiendo los valores a precios absurdos, y son estos mismos precios absurdos los que los envisten con la imagen de “estrellas”, elevando a su vez el valor de la publicidad en la TV, que es quien lleva sus muchas veces apenas discretas capacidades futbolísticas a todos los hogares del mundo. Los ingresos de la TV se acrecientan, los efectos publicitarios se hacen más fuertes para los sponsors y el dinero… lo ponen los clubes, ya sean asociaciones civiles o SA, en general en manos de hombres ligados de algún modo a la TV o las empresas. Las camisetas sponsoreadas también suben su valor, pero no alcanzan nunca el aumento incesante de gastos que los clubes deben hacer para mantener el negocio de otros.
Los clubes viven así eternamente endeudados y a la vez en una ficticia opulencia, al mejor estilo Estado norteamericano. Apenas reciben lo necesario para subsistir en ese estado, cada uno de acuerdo a su capacidad de ofrecer mayores mercados, los grandes llenándose de estrellas y los que están más abajo en la estratificación del fútbol mundial en una tortuosa e interminable supervivencia.
Este es el negocio al que veneran tanto muchos dirigentes, el negocio de otros, nunca de nuestros clubes, para nuestros clubes no hay negocio alguno ¿Por qué entonces respetar sus reglas? ¿Acaso nuestros clubes se mueven con fines de lucros?
Vélez debe hacer lo necesario para desprenderse lo máximo posible de esa lógica perversa que no puede ofrecerle ningún rédito. Debe buscar formas extrafutbolísticas de sobrevivir si desea moverse sin ser esclavo de los verdaderos dueños del negocio del fútbol. Debe obtener una masa societaria lo más grande posible y realizar obras que le generen ingresos independientes del fútbol. Obras deportivas y sociales, no meros negocios, no podemos cambiar nuestro carácter, pero que tengan la potencialidad de otorgarnos importantes ingresos que nos permitan movernos en el fútbol con libertad en relación a sus amos. Esa es, contradictoriamente, la única forma que tiene nuestro club de convertirse en una potencia futbolística, distanciarse todo lo posible del comercio que domina al fútbol.
De otro modo deberemos esperar que cada tanto caiga del cielo un Jeque a comprarnos un jugador a más del doble de lo que nos ofrecen en Europa.
Alejandro Irazabal
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