martes, 4 de agosto de 2009

Los Ultimos Huevos de la Gallina

“No se puede” parece ser la consigna que agrupa al oficialismo en Vélez Sarsfield.
Ante cada idea o sugerencia, una lista interminable de inconvenientes que tal idea provocaría (algunos de ellos contradictorios entre si) comienza a salir de la boca del integrante de la CD o allegado al oficialismo que se enfrente con la iniciativa.
Por lo general el entusiasta socio que realiza la sugerencia ni siquiera puede culminar su idea, inmediatamente es interrumpido por la frase cliché de los “nosepueditas”.
Esta actitud se ve agigantada cuando de lo que se trata la idea es de invertir en el club con el objetivo de multiplicar ingresos. Para nuestros dirigentes el único ingreso posible lo da el fútbol.
¿De que se trata esto? Muy simple, pera la gente del Circulo, Vélez parece estar condenado por las divinidades a ser una fábrica de jugadores a colocar en el mercado, cualquier alternativa a tal “modelo” es una perdida de energías que ni merece discutirse.
Vélez es un gigante que actúa como una mini-Pyme, fabrica hoy para vender mañana. Todo lo que signifique una proyección a mediano plazo es visualizado como un almacenero ve una inversión que no implique comprar fiambre hoy para convertirlo en plata mañana mismo: un gasto sin sentido.
La “mentalidad almacenera” consiste en sobrevivir con las estructuras mentales que le han permitido subsistir hasta el momento en que este parado, todo posible generador de crecimiento es rechazado, y no sólo porque no significa dinero para el día siguiente, sino por miedo al crecimiento mismo. El crecimiento acrecienta complejidades, genera nuevos problemas y crisis y el almacenero sólo piensa en vivir cada día lo más similarmente posible al anterior. Todo anda bien hasta que un hiper o un chino se instale en el barrio. Las estructuras mentales del almacenero no son capaces de elaborar una respuesta al nuevo competidor y cerrará la persiana sin salirse un ápice de su estreches mental: “no se puede” competir con esos gigantes.
¿Puede pasarle algo así a Vélez? Definitivamente sí. Es más, ya está comenzando a pasar.
Cuando Vélez inicio este proyecto de fabrica de jugadores era casi un pionero, los clubes argentinos veían como única posibilidad de obtener éxitos deportivos “formar un buen plantel”, y esto era sinónimo de “comprar bien”.
Vélez, en aquel momento sin abandonar el desarrollo institucional que nos hizo grandes, decidió que no sólo no era necesario gastar una fortuna en jugadores sino que incluso se podría obtener mucho dinero con ellos.
Como en todo mercado la innovación provoca una ventaja enorme sobre el resto, pero también como en todo mercado tal ventaja se usufructúa hasta que es aplicada por los demás competidores. Es esto lo que empieza a ocurrir.
No sólo no quedan casi clubes de primera que no inviertan en sus divisiones inferiores, hoy hasta los equipos del Nacional B apuestan a sus juveniles. Independiente Rivadavia de Mendoza ha iniciado un proyecto en el que las inferiores son fundamentales. Recordemos aquella asociación entre Real Arroyo Seco y el Barcelona para producir jugadores “embazados en origen”, en los mismos pueblos donde nacen los craks que el club de Cataluña debía comprar antes luego de pasar por varios intermediarios con la amplificación de precio que ello implica. También se promocionó un acuerdo que el Barcelona alcanzó con Arsenal en un sentido similar. Más allá de que en estas oportunidades no sean fructíferos estos convenios marcan una tendencia que parece no tener posibilidades de contraofensiva desde los clubes vernáculos.
Los europeos ya no quieren que los criollos produzcan solos y peleen el precio desde esa posición de fuerza, han decidido meter sus uñas en la misma cadena de producción de nuestras fábrica de jugadores.
Pero no sólo han aparecido emuladores de clubes como Vélex, ya hay nuevos innovadores. Especialistas en el tema, a veces con intereses de europeos detrás, están generando “plantas con tecnología de punta”. Así Jorge Grifa ha levantado su propia productora de jugadores y ex pibe Raffo, que supo tener 15 minutos de gloria en los 80, compró la Candela e instaló su germinadora de juveniles privada con varios intereses extranjeros siguiéndolo de cerca.
Estos son sólo algunos ejemplos de la masificación de la novedad que en su momento Vélez y algunos más iniciaron.
La gallina está empollando sus últimos huevos.

Alejandro Irazabal

martes, 19 de mayo de 2009

Efectos Secundarios de la Gloria

¿Cuántas veces hemos aplaudido a Bochini en el Amalfitani? ¿Cuántas grandes jugadas de rivales fueron premiadas con ovacione por nuestra gente?
Vélez ha conseguido muchos logros en los últimos 15 años, algunos con audacia, otros cuidando bien los resultados. Tal vez de este eclecticismo no pueda decirse nada, es muy difícil definir claramente un estilo de juego histórico para Vélez. Nunca fuimos Boca, Estudiantes, River, Independiente o Argentinos, equipos cuyos hinchas tienen un paladar definido después de muchos años de coherencia futbolística.
Pero los éxitos generaron una generación de hinchas que se definen futbolísticamente por la sola exigencia de triunfos. Una exacerbada búsqueda de la victoria a cualquier precio eleva los ánimos hasta la imposibilidad de disfrutar del juego, es más, el juego se vuelve intrascendente. Lo único que importa es el éxito de la camiseta de Vélez, y el que no la tiene es un enemigo mortal que no puede ofrecernos placer alguno.
Por el contrario, hoy el sólo hecho de que quien nos visite sea un gran jugador es la señal de que debe ser insultado de forma fronteriza con lo patológico.
El sábado 4 de noviembre me sentí tentado a aplaudir los lanzamientos de Verón, pero rápidamente noté que a mi lado varios chicos (junto con algunos que son chicos desde los años 50) insultaban sacados lo mismo que yo deseaba aplaudir.
¿Somos hinchas de fútbol o sólo canalizamos nuestra impotencia personal en la vida en una identificación irracional? El fútbol parece pasar a décimo plano.
Paradójicamente quienes somos capaces de disfrutar del fútbol bien jugado sin importar la camiseta, somos acusados de... no ser futboleros! Quienes hemos saboreado de los lanzamientos del Bocha, de las gambetas de Maradona, de los toques de Brindisi y Babington, o de la elegancia de Alonso, ahora resultamos ser desconocedores absolutos del fútbol frente a una extraña nueva clase sabios que durante 90 minutos se agitan extasiados insultando todo lo que pase sin una V azulada.

Alejandro Irazabal

jueves, 16 de abril de 2009

Violencia en el Fútbol: Ni Reír, ni Llorar, Comprender

La llegada aún calurosa del otoño provoca un clima que nos retrotrae a la trágica perdida de Emmanuel. Como forma positiva de evitar su olvido ensayaremos aquí algunas conclusiones sueltas sobre la violencia en el fútbol.
La primera de ella sonará contradictoria a la luz de la perdida de un chico inocente como el que por esta época recordamos. La plantearé en forma de pregunta: ¿Existe un recrudecimiento de la violencia en el fútbol como plantean desde hace algunos años los medios? Como simple seguidor del fútbol desde hace más de 30 años me atrevo a contestar que no. El número de sucesos violentos de cada fin de semana es a simple percepción muy menor al de hace 15 o 20 años. Lo que hoy vemos es una focalización mediática mucho mayor a la de aquellas épocas. La mediatización del fútbol en los últimos años ha explotado de forma exponencial. Este fenómeno genera sobre la violencia dos efectos contradictorios: por un lado provoca una exposición de los actores de la violencia deportiva que inhibe cuantitativamente su accionar; mientras por el otro lado esta misma exposición genera una percepción social sesgada del fenómeno de la violencia en el fútbol construyendo la sensación de que la misma ha aumentado. Pero esta es una observación cuantitativa, la realidad cualitativa es que la violencia sigue instalada en las canchas lo suficientemente como para hacernos llorar la muerte de un nuevo hincha en periodos relativamente cortos de tiempo.
La persistencia con este nivel de peligrosidad está en parte asentada en la utilidad que tiene entre algunos sectores sociales como forma particular de valorarse socialmente. La violencia en el fútbol existe porque tiene un marco legitimador específico. No se trata como decían hace años en Radio Rivadavia de “un grupo de inadaptados perfectamente identificables”, los grupos de acción tienen una platea de espectadores -que los excede varias veces en número- que sigue sus movimientos casi con tanta atención como lo que ocurre dentro del campo de juego. Es decir, el barra consigue con sus actos una valoración social en el marco del mundo en que se mueve. Este aspecto es más importante que cualquier causa ligada a la corrupción o a los manejos dirigenciales. En esta legitimidad social se explica la existencia misma de las barras bravas.
Lo antedicho no debe llevarnos a conclusiones simplistas del tipo “todos somos culpables”. En realidad no se trata de culpabilidades, se trata de fenómenos sociales que nos exceden. Ofrezco como ilustración clarificante un ejemplo gráfico: hace unos años por mi labor profesional me moví en una barriada poblada de muchos integrantes de la barra brava de Chacarita. Descubrí entonces que lo que sucedía el domingo tenía una gran influencia sobre lo que luego ocurría durante la semana: el que “aguantó”, el que “corrió”, el que tiró piedras recibía en términos de valoración social su premio o castigo durante la semana en el barrio. Entonces, ¿tiene el barra una actitud distinta a la que tenemos todos al intentar hacer nuestro trabajo, seguir nuestros estudios, o actuar como miembros de una familia y conseguir así el premio social buscado? De la sociedad, de su entramado de relaciones sociales, ha emergido el fútbol como un lugar importantísimo de construcción y valoración de subjetividades. Una de las formas es el accionar de sus grupos organizados de simpatizantes.
Esto no significa eludir la responsabilidad dirigencial ante cada caso particular de organización violenta en torno a los clubes, pero ¿realmente alguien cree que existe un límite claro entre dirigentes y barras bravas? Tanto unos como otros son los sectores más activos de un club de fútbol. Es muy común que quienes en su juventud fueron barras bravas hoy sean dirigentes. Precisamente Vélez es un ejemplo categórico de esto. Buena parte de las comisiones directivas de los últimos años estuvieron formadas por integrantes de la barra de los ’70. Son como dos etapas lógicas en los “militantes” de un club de fútbol. Nos parece esto poco creíble porque realizamos una excesiva satanización de las características de los barras y por otro lado embellecemos en exceso las formas de los dirigentes. La realidad es que, por ejemplo, el “Pistola” de los ’70, a quienes miles de testigos han visto protagonizar hechos violentos, no es muy distinto al Raúl Gámez de hablar pausado que se pasea por los medios en la actualidad. Tanto el lugar de barra como el de directivo son ubicaciones buscadas en distintas etapas de la vida para ser valorado socialmente en el mundo en que estos sujetos viven.
¿Todo este nivel tan alto de determinación social significa impotentizarnos ante la violencia? Como hemos dicho esta violencia existe porque tiene un marco de legitimidad que la hace posible; por lo tanto lo central debería ser erosionar ese marco. Una posible medida efectiva si se aplica con suficiente rigurosidad podría ser la sistemática quita de puntos; este “castigo” podría provocar que el hincha que “aplaude” las acciones de estos barras comience a asociarlas con un perjuicio para su equipo, y de este modo comience a quitarles consenso. Pero para llevarla adelante es imprescindible olvidarse por un tiempo de justicias deportivas y no preocuparse por posibles desfiguraciones que sufran algunos torneos. Hay que tener en claro que la vida es más importante que la tabla de posiciones.

Alejandro Irazabal

viernes, 20 de febrero de 2009

¿Debe Vélez Ser un “Club de Fútbol”?

Hace un tiempo, en dos notas sobre este tema hemos intentado demostrar que Vélez no puede ser un “club de fútbol”; hemos argumentado e historiado en ellas como Vélez llegó a ser una de las principales instituciones del país gracias a su carácter “social y multideportivo”.
Esta última definición implica para nosotros, no la equiparación del fútbol con el patín carrera, sino la utilización de los recursos históricos de nuestro club a favor de toda la institución, en especial de su deporte legítimamente privilegiado: el fútbol.
En está oportunidad pasaremos del “poder ser” al “deber ser”, intentaremos justificar por que Vélez no debe ser un club reducido a su principal deporte.
En primer lugar consideramos ilegitimo intentar definir hoy a Vélez de un modo opuesto al que nuestros grandes constructores edificaron, ladrillo sobre ladrillo, una identidad definida como pocos clubes en la Argentina.
Vélez se construyó y engrandeció bajo el lema de Don Pepe “cada chico que entra con su bolsito al club es un campeonato” ¿Tenemos derecho a cambiar tal carácter?
La inmensa mayoría de los actuales socios nos hemos incorporado a un club que ya había definido su identidad, la asociación a un club es un acto voluntario ¿por qué asociarme a algo cuya esencia no comparto? Puedo hacerlo a cualquier otro que se adecue a mis pretensiones ¿Puedo hacerme socio de River y pretender que el Monumental pase a llamarse Silvio Marzolini? ¿O a Boca y pretender que su camiseta pase a ser blanca con una banda roja? Si mi ídolo es Marzolini lo recomendable es adherir a Boca Juniors, así como si deseo es pertenecer a un club cuya camiseta sea blanca y roja, lo que debo hacer es asociarme a River Plate.
Sin duda las instituciones deben adaptarse a cada tiempo, pero siempre respetando su identidad básica, porque esa identidad es el club mismo, lo que le otorga una especifica entidad en el mundo.
Puede un dramaturgo adaptar el Martín Fierro, convertirlo en un gaucho amanerado, con las bombachas todas bordadas en macramé, pero lo que no puede hacer de ningún modo es convertirlo en un patrón de estancia o en buchón de desertores.
¿Qué queremos decir con esto? Que si hemos elegido a Vélez, debemos elegir a “Vélez”, no a “Boca”, quien quiera ser Boca la dirección es Brandsen 805. Vélez es cientos de metros de instalaciones deportivas y culturales ¿Para qué creen que se edificaron durante décadas? ¿Para tener un gigantesco chivo emisario cada vez que fallamos en la administración de las finanzas del club? ¿Por qué Don Pepe no construyó meras tribunas, como muchos clubes en aquella época, y en lugar de ello elevó un estadio que es un club en sí mismo?
Porque Vélez no es Boca, Vélez es Vélez.
Vélez es una institución integral que siempre buscó justificar socialmente su existencia, cuyos dirigentes no se limitaron a “administrar la pasión” por el fútbol, sino que construyeron una organización social en la que su amor por el fútbol se amalgamara con servicios provechosos para la sociedad.
El principal fue el deporte, elevaron un imperio deportivo y lo llenaron de chicos que, mediante una gran diversidad de actividades, canalizarán positivamente su construcción personal.
El deporte es un colectivizador de hábitos admirable, una actividad educativa que muchas veces supera a los contenidos escolares, tantas veces arbitrarios. Con su práctica el chico incorpora al otro como semejante, internaliza ordenamientos que le sirven para orientar su vida productivamente, comprende el valor del esfuerzo colectivo; se percibe como un sujeto pleno, capaz de esforzarse por un objetivo superador. Gracias al deporte se dejan atrás espíritus sumisos, y se adquiere uno de lucha; las chicas aprenden que pueden ser fuertes y no resignarse a los papeles de muñequitas dóciles que les asigna un sector dominante de la sociedad.
Vélez también es cultura, no repetiré acá nuevamente los merecidos elogios que número a número damos al departamento encargado de estas actividades. Tampoco creo necesario demostrar la positividad de las prácticas culturales, doy por hecho que su reconocimiento es unánime.
¿Debemos dejar de lado todo esto sólo porque nos gusta el fútbol? No hay ninguna razón. No deberíamos hacerlo incluso cuando el fútbol se viera perjudicado. Pero de ninguna manera es así. No sólo que ambos aspectos de nuestro club no se contradicen, sino que se potencian mutuamente. Repetimos nuevamente y lo haremos hasta hartarlos: recuperemos el club y el Amalfitani se llenará nuevamente de gloria.

Alejandro Irazabal