jueves, 2 de octubre de 2008

40 Años de un Trozo de Vélez

Los hombres somos seres finitos, limitados, pequeños, por ello considero que triunfar en la vida es trascenderse a uno mismo. Producir hechos significativos a tal punto que nos superen, que vayan más allá de nuestras existencias. Es común ver grandes hombres que realizan obras gigantes que desaparecen con su creador, o líderes cuyos colectivos se fragmentan en cuanto ya no están a su cabeza. Pero quien ha realizado su tarea con verdadera grandeza (cuya principal condición es la humildad de aceptarse pequeño) sus productos cobran vuelo propio y viven más allá de su autor. Una forma de superarse al alcance de cualquiera es criando hijos que lleven nuestra impronta más lejos de lo que nuestra finitud nos permite. Otras formas son algo más difíciles de lograr. Podemos decir que Osvaldo Rao ha alcanzado ambas, y las ha alcanzado conjugadas en su enorme aporte a su amado club: El Fortín de Vélez.
El Fortín de Vélez ha superado a su propio creador, cuya identidad sobrevive en ella y hace que se supere día a día de la mano de sus propios hijos. Por eso no me siento desmereciendo a Osvaldo Rao si digo que hoy la revista es muy superior a la que él desarrollaba, además de las mejoras técnicas y estéticas, hoy El Fortín de Vélez profundiza en investigación histórica deportiva como pocas revistas en la Argentina. Esto es un mérito de Mariano, Osvaldo y Lucas Rao, pero ninguna de esas superaciones sería posible si su padre no hubiera creado e instalado la revista como lo hizo y si no hubiera sido el padre que fue, por lo que cada vez que El Fortín de Vélez mejora en relación a su pasado ese crecimiento es mérito también de quien la creó con las características necesarias para que siga creciendo, sin estancarse eternamente como espejo de si mismo.
No pecamos de humilde en esta revista si decimos que El Fortín de Vélez es la mayor realización periodística que ha tenido la casi centenaria vida de Vélez Sarsfield. Sus 40 años son una de las pruebas de esta grandeza, la revista partidaria más antigua del país (y no será fácil encontrar otro caso de tanta longevidad en otras partes). Pero no se trata sólo de mero paso del tiempo, El Fortín de Vélez fue cuna de importantes periodistas que brillan o han brillado en medios nacionales y su archivo es la más completa fuente histórica del club. Por sus páginas han pasado todas las figuras de nuestros equipos, los más exitosos y los más frustrantes; El Fortín de Vélez comenzó con Amalfitani, siguió con Feijóo, Petracca, Pérez, Gámez y siempre recibió el respeto de todos, sin dejar de contar a los opositores de cada gestión.
La multitudinaria fiesta que vivimos para celebrar estos 40 años fue la prueba, todas las figuras políticas del club estuvieron presentes, desde el oficialismo a los dirigentes de la Unidad Velezana, parece ser una de las pocas cosas que todavía puede reunirnos a todos.
Tampoco faltaron las estrellas, obviamente Carlos Bianchi fue la más deslumbrante, pero los campeones del 68, Luna y Zottola, dijeron también presentes, dando el tono histórico a la fiesta de una revista que tiene clara conciencia de que es el pasado lo que nos otorga identidad, y de la identidad velezana El Fortín de Vélez es fundamental parte integrante.

Aljandro Irazabal

sábado, 20 de septiembre de 2008

La Unica Verdad es la Realidad... Que se Nos Antoja

Ya quedan pocos ámbitos en los que decir que la realidad es una construcción social y no algo objetivo y externo a los hombres no sea una repetición. En cada colectivo humano la realidad es aquello que se consensúa que lo sea. Claro que esta consagración de lo que merece ser real no se vota a mano alzada en asamblea, la realidad es el resultado de una lucha sutil. Veamos un ejemplo ilustrativo tomado al azar: Al comenzar el torneo Vélez ofreció un lastimoso espectáculo en el que no faltaron torpezas impropias de profesionales. Si pudiéramos recortar el campo de juego del Amalfitani y colocarlo en el mismo lugar unas tres décadas atrás, estoy seguro que la mayoría de los espectadores creerían que se trata de uno de esos preliminares entre hinchadas organizados por el Tula. Incluso hasta alguno consideraría que un delantero de Vélez no debió ser de la partida, y que el gordo Villa Luro, el Alemán o el Cartero habrían cumplido una tarea más digna.
Debemos aligerar la culpa de Vélez diciendo que el atentado al buen gusto que se desarrolló ante nuestros ojos no habría sido posible sin la complicidad de un Independiente que no merece compartir el mismo nombre con aquellos equipos que lo convirtieron en sinónimo de fútbol. Siguiendo con la traspolación temporal, no peco de exagerado ni caricaturesco si digo que Bonete (en realidad se llamaba "Boneco") superaba en habilidad a la mitad del equipo rojo actual. Para quien lo dude, recuérdelo matando con la cabeza una pelota caída desde 30 metros y piense cuantos jugadores del Independiente de aquel sábado pueden imitarlo.
Pero por suerte para los torpes, quien escribe forma parte de los escasísimos hinchas de fútbol que quedan; como ya se amenazó en estas páginas, para la inmensa mayoría, si se pudiera colocar en el lugar social que ocupa el fútbol al water polo, todo seguiría su curso. Esto facilita la tarea de los albañiles de la realidad velezana.
Ya antes de finalizar el partido los cultores de la escuela de la apología y el elogio que pueblan toda una parte de los medios velezanos comenzó a rescatar algunas supuestas virtudes encontradas en el equipo, un "cambio de actitud" o unos "buenos veinte minutos". Con el correr de los días la semilla germinó y para mitad de semana el impresentable Vélez del sábado ante Independiente nos llenaba de esperanzas.
Estos "comunicadores" no son lo preocupante; ya que el papel que juegan es el de "diario de Yrigoyen". Si existen es porque los oficialismos necesitan acomodar la realidad a sus deseos y en nuestro mundo los medios son constructores privilegiados de la verdad. No alcanza el microclima de círculo íntimo, para autoengañarse cabalmente ese clima tiene que emitirse por radio. Yrigoyen creía lo que decía el diario no sólo porque era lo que deseaba leer sino principalmente porque lo decía el diario.
La gravedad se atenuaría si estos medios sólo cumplieran la función de ser leídos por los Hipólitos Velezanos, pero aquí el diario de Yrigoyen pretenden vendérnoslo a todos.
Distintas encuestas y mediciones muestran que estos apologistas no son demasiado masivos (en su favor hay que decir que nunca los oficialismos tienen buena audiencia, ni los oficialistas los escuchan), pero su carácter de voceros oficiales parece darles el poder de fijar agenda. Lamentablemente, los medios partidarios más seguidos se sienten en la obligación de tener en cuenta cada cosa que dicen, en la convicción –tal vez justificada- que lo que dicen es lo que la conducción del club o del fútbol piensan, y que siendo así, Vox Cesar = Vox Dei, algo de razón debe haber en sus palabras. Así los principales periodistas del club, hasta los más críticos, comenzaron a encontrar al menos "destellos" de brillo en la noche cerrada del Vélez que enfrentó a un Independiente que hirió mis ojos confiados, gracias a tantas pinceladas rojas exquisitas que años atrás le ofrecieron los de Avellaneda.
Claro, la realidad construida se sostiene con más fuerza cuanto más amplio es el colectivo humano que lo consagre. En nuestro caso se trata sólo de un 1 sobre 20, el choque con alguna de las otras 19 realidades puede destruir nuestras pompas de jabón.
Para ello no fue necesario darnos la cabeza contra grandes verdades, la canchita de un equipo vapuleado en otra canchita la semana previa fue más que suficiente.
El Vélez de los grandes retornos fue aplastado por once ignotos que como tales no reprimieron algunos toques propios de potrero. Mirando al mencionado delantero velezano me pregunté si lo que habría vuelto no serían las cámaras ocultas de Tinelli y que todo el estadio estaba confabulado en mi contra. Pero el "es una joda para Tinelli" no coronó la noche, sino un precioso gol digno de canchita de papi fútbol.
Uno imaginaría que tremendo cachetazo de realidad ajena transformaría la nuestra; sin embargo, escuchando a Tocalli hablando como si se le hubiera ido el partido en los últimos minutos y no haber recibido una goleada, destacando las virtudes de su equipo en el primer tiempo, comprendí que a quienes están a la cabeza de Vélez y su fútbol les resulta intolerable aceptar la posibilidad de una realidad distinta a la que han construido. Es que no hay excusas para descargar culpas. Esta vez Vélez vendió a sus generadores de fútbol por más de 30 millones de dólares y con ese dinero compró pensando en las elecciones y no en el equipo, trayendo glorias e hinchas de Vélez, comprando una supuesta "personalidad" en lugar de creadores de juego, confundiendo un aditamento del fútbol -los huevos- con el fútbol mismo. Argentinos con chirolas trajo un poquito de fútbol -Rodrigo Díaz y el ingresado Quiroga- y con eso le alcanzó para bailar a un Vélez adormecido y apático, porque no hay personalidad -aditamento necesario- sin condición básica –fútbol.
Si Argentinos no superó a Vélez desde el comienzo fue sólo por un exceso de respeto de los Bichos y no por virtud nuestra. Los goles que recibiera en Arsenal y los supuestos retornos gloriosos que mostrara Vélez llevaron a los de La Paternal a ser excesivamente cautos hasta comprender que tenían enfrente a uno de los equipos con menos fútbol y peor plantado del campeonato.
El optimismo descontextualizado es una excelente ficción de espíritu constructivo, pero en última instancia tiene una capacidad de destrucción que envidiaría hasta el pesimista más contumaz. Al menos el pesimista nos señala las dificultades y podemos enfrentarlas, tiene (aunque sea en negativo) un mínimo criterio de realidad; en cambio el "¡Vamo que podemooo! O el "¡Todos el domingo a alentar que salimooooo! Sólo nos lleva a salir en el diario del lunes bajo títulos catastróficos o a darnos la cabeza contra la pared.
Tigre fue una nueva confirmación del diagnóstico que hacemos aquí de Vélez. Por suerte aun tenemos un pasado que hace que el rival respete demasiado al Amalfitani, gracias a eso hemos cosechado dos puntos de local.
¡Pero basta de pálidas! ¡Callen los agoreros de la derrota! Todo lo dicho al olvido, espectacular goleada en Mendoza frente a quien viene del (y vuelve al) Nacional B. Otra vez a copar la realidad de fervor irracional por contragolpear correctamente ante un equipo que, perdido, se vio obligado a buscar algo para lo que no estaba ni lejanamente en condiciones. Nada de esto importa, Vélez tiene 5 valiosos puntos y los antivélez de siempre tiene que cerrar la boca para que hablen los profesionales del todo bien (recordemos que son periodistas y por lo tanto cobran por ello). Para colmo tuvieron dos semanas para vivir un Vélez poco menos que candidato.
Hoy nos recibe un Estudiantes golpeado y la próxima vamos al Monumental, esperemos que esa sucesión de imponderables que es el fútbol les de la razón a los apologistas y Vélez (por mera encadenación de fortunas) salga adelante, nos comeremos las palabras con gusto, a pesar de que las sabemos acertadas.

Alejandro Irazabal

lunes, 15 de septiembre de 2008

El Derecho de las Bestias

Es evidente que existen muchos indicios de la seria posibilidad que el oficialismo pierda la próxima elección después de muchos años. Esto, más que a un mérito o esfuerzo de la oposición, es producto de actitudes erróneas del propio oficialismo, muchas veces parecerían empecinados en perder la conducción del club. Esta realidad incontestable está llevando a mucha gente a un estado de nerviosismo importante. Nosotros, a pesar de todo, los entendemos. Sabemos que hay gente que vive de esto y no podemos dejar de comprenderlos, gracias a eso pueden ir a ver cualquier partido sea a la hora que sea y después decir alegremente, "fulanito no estaba, fulano estaba", si tuvieran que trabajar ¿quién cumpliría esta tarea de fiscalización? ¿Los que tenemos que producir por lo menos lo que consumimos? Imposible. Ellos deben estar libres de labor para decidir quienes pasamos a ser traidores a la causa velezana. Por eso nos apena verlos nerviosos, con miedo a que se termine la buena vida fortinera.
Tenemos que reconocer que ante este tipo de situaciones fuimos ingenuos. En algún momento creímos que algunos habían aprendieron la lección, pero inevitablemente se les termina saliendo la cadena. Siguen sin entender qué dirigente o comunicador está expuesto al elogio o la crítica; ya que ambos se exponen públicamente y se ofrecen a ello, no todo está siempre mal, ni todo siempre está bien. Les aconsejo leer un libro acorde a esa manera de "pensar": "La fuerza es el derecho de las bestias", así pueden sistematizar lo que consideran el método ideal y terminar todo de forma "acorde". Siguen creyendo que son el ombligo del mundo, no aceptan que puede haber alguien que piense diferente, y cuando se expresa otro pensamiento piden la censura, y es más, la avalan y la justifican como un medio normal de convivencia. Otros insisten que se los ataca en su núcleo familiar, hay momentos en que nos preguntamos ¿cómo pueden llegar a decir semejante barbaridad?, saben bien que es falso, pero se escudan en cuestiones muy sentidas por todos para ser vistos como pobres víctimas. Días pasados fuimos invitados a una reunión con un grupo de socios para expresar nuestro pensamiento sobre la actualidad del club, alguien intentó hablar sobre cuestiones de familia de un comunicador, nos paramos y nos fuimos porque se desvirtuaba el motivo para el que fuimos invitados. Si hace falta, ponemos a disposición toda la colección de La V de Vélez para comprobar si el responsable de la publicación alguna vez incursionó en la vida privada de algún socio de Vélez. Nos obligan a pensar que quizás tienen la cola tan sucia que todo lo que se dice creen que es para ellos. Hay otros que siguen sin comprender que en esta publicación quien escribe una nota es el máximo responsable de la misma, para eso se le pide la firma y la foto, para que de la cara. Podemos sugerir dentro del diálogo, pero de ahí a prohibir hay una gran distancia. Si piensan de esa manera les aconsejo no leer más esta revista, todos los que escriben y han escrito si son nobles y honestos pueden dar fe que lo que estamos diciendo es cierto.
Pero para eso sólo tratamos que no se incursione por el insulto o la agresión personal, el resto forma parte de la vida misma, este tipo de manejo de la publicación hace que sea la más leída de todas y por algo será, alguien conocido como "Juan Domingo" -y que de esto algo sabía- en una oportunidad dijo: "cuando tuvimos todo a favor, no echaron", refiriéndose a la prensa. Esta para nosotros no puede ser alcahueta y consecuente, debe ser informativa y critica, esas deberían ser las formas, aunque después cada uno que haga lo que quiera y que se hagan cargo.
Si algo nos molesta en la vida es la censura, la discriminación y la mentira. Nos resulta increíble que quienes propugnan y ejercitan esa forma de vida estén entre nosotros, y hasta conduciendo a nuestro club, famoso por progresista y democrático. No podemos entender a quienes se mueven con esos métodos con absurda naturalidad, nos queda la satisfacción que están perfectamente identificados en el mundo de Vélez, por el momento... con eso nos alcanza. Para colmo ahora debemos agregar la mentira en boca de otros personajes, se va convirtiendo en hábito que los victimarios se disfracen de víctimas. Hablan y hablan con disfraces de corderos, cuando son los lobos que azotan la vida velezana. No podemos ser como ellos, igual que a nosotros les asiste el derecho constitucional de expresar lo que piensan, pero no a usar la mentira como método político, agravado por esconder sus verdaderas razones detrás del sentimiento que dicen profesar. Porque aunque se crean por encima de todo, les duela, o no lo quieran admitir, en nuestra vida "todo es política"; mucho más decir que todo está bien y nada hay que cambiar, no lo nieguen más... no tomen a la gente de Vélez de idiota, es política y política oficialista", decir "no me interesa, sólo me importa Vélez" es una mentira para los tontos, pero para sus desgracias quedan cada vez menos.
En nuestro caso, por ejemplo, no somos ni seremos candidatos a nada porque hemos renunciado por el momento a militar en una agrupación; pero ello no nos exime de nuestro deber de opinar y dar nuestro punto de vista como socio vitalicio en todo lo relacionado a la vida del club y si no lo entienden así y siguen creyéndose los dueños de todo tendrán que mostrarnos algún día el titulo de propiedad. La realidad es que no hay dueños de nada, ni siquiera somos dueños de nuestros bienes personales, porque si hilamos finito "en la vida sólo somos administradores temporales de todo", cuando se apaga, los administradores son otros.
Para terminar, les decimos lo mismo que a un ex dirigente: para sentarse a conversar primero hay que retractarse y pedir las disculpas del caso; quien ha cometido el error debe subsanarlo y después sí comenzar el dialogo. Esto no es soberbia, es simplemente educación, ya que nosotros con discriminadores (y con quienes los avalan) no nos sentamos a ninguna mesa en tanto y en cuanto no cambien su forma de actuar. Creemos haber sido claros, si no entienden ya no es problema nuestro, nuestra recomendación final es dejar de ofrecerse a la risa posando de víctimas, basta por favor.

Angel García

miércoles, 9 de abril de 2008

La Violencia como Fenómeno

A comienzos de la temporada 2007 preocupados por la violencia en el fútbol publicábamos esta nota, mostrando no sólo nuestra preocupación por esta problemática sino fundamentalmente nuestras propuestas. La persistencia lamentable del fenómeno vuelve a plantear la vigencia de estos párrafos, que con tal motivo volvemos a publicar.

Cada temporada que se pone en marcha trae con ella, “perro fiel pero importuno”, la ya saturante violencia.
No sólo satura la repetición de hechos sin sentido sino, casi tanto como ellos, tener que escuchar otra vez una andanada de razonamientos ultraremachados. Uno de los más clásicos es el que refiere a “un grupo de violentos” que interfiere en un verdadero “fenómeno social como es el fútbol”.
Si esto es así, la violencia y estos “pequeños grupos de inadaptados perfectamente identificables” son cuanto menos una parte de ese fenómeno social, por no decir un fenómeno social en si mismo.
Podemos verlo en varios aspectos:
Son numéricamente muy significativos; cada club, por pequeño que sea, sin importar en que categoría juegue ni de que pueblo del país sea, tiene su barra, que suele estar conformada desde algunas pocas docenas de personas hasta varias centenas de miembros, esto nos da unos cuantos miles de integrantes de estos “pequeños grupos”.
Más importante es a la hora de considerarlos un fenómeno social un segundo hecho: sus acciones están legitimadas desde su exterior, y no hablo sólo de su asiento en intereses de varios tipos, sino también de la gran periferia que aplaude o acompaña pasiva pero aprobatoriamente los peores de sus actos.
Cada vez que se enfrentan dos barras esto queda bien a la vista, miles de personas alientan tanto o más que a sus jugadores a los grupos en conflicto. ¿Cuántos son los que amenazan con cantos cada domingo a la hinchada rival?
Un elemento más complejo que los “legitima” es el hecho inobjetable de que la sociedad los soporta, su propia existencia lo comprueba.
Existencia que ya ha traspasado varias generaciones, demostrando que el lugar social del barra excede a su ocupante temporal.
Las barras, como todo colectivo social, como toda acción humana frente a otro, requieren legitimidad para existir y actuar, requieren la convalidación social de sus actos, y más, es ello una de las principales razones para que los cometan.
La valoración social obtenida por pertenecer y actuar en una barra es una de las causas de sus existencias.
El integrante de la barra de Chacarita que se destaque en un enfrentamiento con otra barra obtendrá una valoración social mayor entre sus pares generacionales de Loyola o Villa Maipú durante toda la semana.
Se podría graduar la capacidad de lucha, el “aguante”, de cada hinchada midiendo la importancia que tiene entre los jóvenes de cada barrio “aguantar con la banda” el domingo o el sábado.
Quienes pasamos cientos de horas en las populares sabemos bien la admiración o al menos temor ascendente que inspiran los que pueblan los para-avalanchas, sin duda podremos descubrir que hasta en nosotros mismos lo han inspirado.
Las barras parecen una deformada evolución de los guapos de esquinas de las primeras décadas del siglo 20, su versión adaptada a una sociedad colectivizada por la industrialización, el fútbol mismo siguió el crecimiento industrial del país.
Sus diferencias con aquellos “guapos” tal vez sea sólo una distorsión producto un exceso de idealización borgiana de aquellos forajidos, proxenetas y asesinos que el escritor de Palermo admiraba como un chico de La Boca idolatra hoy al Rafa Di Zeo.
Es teniendo en cuenta este cuadro que cobra sentido la quita de puntos, no para aceitar los controles dirigenciales sobre un fenómeno que los excede, sino para erosionar la legitimidad que otorga esa enorme periferia a las barras y sus accionares violentos.
Existe una alta probabilidad de que si la consecuencia de estas acciones es un perjuicio deportivo, los hinchas “comunes” vayan quitando consenso a los “violentos”.
Que esto significará injusticias deportivas es tan cierto como inevitable si deseamos atacar seriamente este problema. Será hora de elegir cual es la prioridad: evitar hechos que implicaron muchas muertes en los últimos años o seguir exigiendo una estricta justicia deportiva que no se solicita en otros ámbitos.
Tal vez se desfiguren algunos torneos, pero si aplicamos esta medida avanzaremos enormemente hacia el fin de la violencia en el fútbol.
Sin la legitimación de la que todos participamos posiblemente las barras no desaparezcan, porque su existencia no se agota en ejecutar hechos violentos, pero sí podemos dar un paso enorme hacia su transformación en un hecho festivo.

Alejandro Irazabal

jueves, 20 de marzo de 2008

Ya Nadie se la Banca

Una canción de gesta se ha perdido
entre sórdidas noticias policiales

Con estos versos se quejaba Borges de la secularización que había sufrido su admirada “secta del cuchillo y el coraje”. Malevos del novecientos que aparecen en sus versos como habitantes de “una mitología de puñales” que se acuchillaban sin necesidad de “odio, lucro o pasión de amor”.
Una nobleza de bajos fondos que respondía a valores de sangre azul pero en las formas de la más intensamente roja. La sangre plebeya la sabemos venida de sus orígenes, las propiedades de la azul sólo de la imaginación del poeta.
La realidad es que aquellos taitas borgianos eran seres de una calaña muy distinta a la pintada por la pluma maestra. El beso que les permitió salir de sapos y transformarse en los príncipes reos de Palermo fue la gigantesca marginalidad preindustrial de un Buenos Aires con una enorme desproporción masculina producto de las modalidades de la ola inmigratoria europea. Para 1914 la diferencia en favor de los varones era de 518.000 hombres. La combinación entre esta desproporción y la marginalidad creciente generó un “comercio” tan viejo como efectivo, la prostitución. Aquellos malevos eran en su mayoría proxenetas que usufructuaban un lugar ganado a fuerza de cuchilladas.
Ellos nada tenían que ver con los inmigrantes anarquistas y socialistas que solían tener como vecinos de cuadra. Vivían sumergidos en sus cotidianeidades y las cuchilladas elevadas a míticas por Borges eran sus compensaciones de trascendencia, sus remedos de heroísmo, en general causadas por la lucha por el servilismo vil de una “mina” de la que extraer oro de su caverna.
Su relación con las generalidades era tan ruin como cualquier otra de sus formas de supervivencia. Por ejemplo, solían servir a algún caudillo político a cambio de diversas formas de bienestar, siendo común que cayeran en igual indigna sumisión que aquella a la que sometían a sus “milonguitas”.
La industrialización por sustitución de importaciones, que impone la crisis mundial originada a fines de los años 20, genera una progresiva proletarización de aquellas multitudes marginales de las décadas anteriores. La desproporción masculina se va reduciendo hasta desaparecer, el negocio se acaba y puede ser prohibido con efectividad. Pero principalmente, en la nueva sociedad que se va configurando, ya queda poco margen para la legitimidad y admiración de dudosos héroes individuales, los hábitos sociales colectivos se van imponiendo al compás de la instalación de grandes fábricas y lugares de trabajo con cientos de obreros en igualdad de condiciones, un imaginario estructurado sobre la valoración del trabajo y el esfuerzo va convirtiendo sus gestas épicas en mañas de un vividor despreciable.
Es precisamente en ese fin de los años 20 que comienza el despegue final del fútbol. Ese juego impuesto por los laboriosos ingleses, eminentemente colectivo, estaba posicionado ya de forma inmejorable para convertirse en objeto de identificación de multitudes colectivizadas por la estructura productiva naciente.
El obrerismo que instalan en la cultura proletaria los viejos anarquistas, socialistas, comunistas y luego el propio peronismo impiden la explotación de las empresas como canalizadoras de identificación deportiva; el barrio de obrero y “pequeñoburgueses con sudor en sus frentes” se convertirá en el articulador de esa identificación. Los clubes serán los representantes de cada recorte de zona de la ciudad, ayudando incluso a establecer criterios para definirlas. Luego polarizaciones sociales se reflejarán en algunos enfrentamientos entre esos clubes, generando simpatías más allá de las inscriptas territorialmente.
La industrialización sustitutoria de importaciones se convierte en política oficial con el peronismo, junto con la utilización del deporte como pauta visible y contante de progreso.
Este proceso nos deja a fines de los 50 con todo lo necesario para la conformación de los nuevos “malevos”: las barras.
Las barras serán, en los mismos territorios dominados ayer por los taitas, verdaderos guapos colectivizados. La nueva estructura social no elimina las necesidades de identificación burdamente masculinizada; por el contrario, la fábrica la refuerza, sólo que le imprime su carácter colectivo.
No sólo ni principalmente en sectores obreros, también y especialmente en las clases medias (principalmente sus estratos más bajos), que por no soler generar demasiado para sus propios imaginarios lo conforman con elementos tomados de arriba y de abajo. Las barras se convierten en un referente ineludible para cualquier integrante de las nuevas generaciones que quiera valorarse socialmente en su medio, ya sea integrándolas (aquellos que son aptos) o imitando sus gestos.
Las barras ocuparán la geografía urbana de diversas formas: la esquina, el café, el pequeño club; pero la reina de esas barras será la defensora del barrio en aquel canalizador de identidades colectivas que se ha convertido el fútbol. La “barra brava” es el colectivo por excelencia a la hora de mostrar potencia fálica.
Como buenos “malevos colectivos” son las dueñas de territorios para propios y extraños, de zonas, de tribunas, de paraavalanchas. Defienden sus “trapos” con el mismo sentimiento de honor en juego con el que el cafiolo defendía a su “mina de oro”. Un taita sin mina para defender no era un taita, como una banda sin trapos es una banda cobarde. También sus relaciones con la política son tan viles y serviles como las de aquellos matones embellecidos por Borges.
Hasta aquí nada del otro mundo, nada que preocupe más que sus antecesores individuales (más allá del aumento de la peligrosidad que implica la “masa” dispuesta a entrar en acción). Así como aquellos individuales guapos tenían su propia nobleza, las barras la tenían en sus primeras décadas.
El problema principal surgirá no tanto de la dinámica de sus evoluciones como de los cambios en la sociedad que les ofrece un lugar significativo de existencia.
La estructura social en la que nacieron sufrió (nunca mejor utilizada la palabra) cambios enormes a partir de la política económica aplicada por la última dictadura militar. La industrialización sustitutiva de importaciones fue atacada muy duramente con una excesiva apertura que buscaba “seleccionar” mediante la competencia con importados a los “más aptos”. Para el año 1981 (en el que renuncia el ministro de economía Martínez de Hoz) el PBI industrial había caído un 20% y la pobreza había alcanzado el 29% (en 1975 era de algo más del 6%).
Durante los 80 ya se sienten los cambios, el resquebrajamiento estructural comenzó a producir desarticulaciones subjetivas. Muchos códigos conductuales propios de una sociedad que pondera hábitos laborales comienzan a erosionarse.
Esto se refleja en las barras. Actitudes consideradas cobardes hasta hacía poco, ahora pasan a ser habilitadas: utilizar elementos para provocar daños a distancia (piedras y luego armas de fuego), atacar a grupos numéricamente muy inferiores o incluso a una sola persona que hasta podía no ser miembro de una barra. La mísera lógica de la supervivencia individual que nace de la destrucción de la estructura productiva llega a todas las formas de representación e identificación social.
Como ya podrán derivar de lo dicho hasta aquí, lo peor llegará en los 90. La caída de la URSS dispara cambios en los imaginarios de todo el mundo. Es el comienzo de todos los “fines”; el fin de la historia, de las ideologías. Las grandes construcciones subjetivas que cargaron de sentido las vidas humanas durante décadas fueron expulsadas de la realidad o empujadas a sus márgenes. La cotidianeidad seca desplaza a toda generalización de la vida, la pequeña anécdota insignificante (palabra que aquí cobra todo su sentido) a los grandes relatos. El vacío de construcciones significativas que otorguen sentido a la vida empuja a buscar reemplazos que podríamos llamar “artificiales”. La lucha ficcional se ofrece mediáticamente como remedo de la ya considerada anacrónica. El fútbol está inmejorablemente posicionado para liderar este remedo de sentido.
El desmantelamiento de los tradicionales articuladores significativos de la vida social (asociaciones, clubes de barrio, partidos políticos militantes, relaciones de vecindad, etc., etc.) produce una retracción de las relaciones cara a cara. Hasta el club de fútbol pierde su carácter de “club” para el hincha, quien lo abandona como ámbito donde vivir su cotidianeidad, pasando a identificarse pasivamente con once camisetas.
El fútbol permite vivir, sin hacerlo, un mundo grandilocuente, socialmente consagrado a través de los medios como un mundo “serio”, altamente significativo, lleno de conflictos, intereses, triunfos y derrotas. Un mundo que carga vidas grises de colores emotivos, de penas y alegrías, bronca, indignación, furia, euforia y entusiasmos. Podríamos preguntarnos seriamente cual sería el porcentaje de emociones que habría perdido nuestra vida si no fuéramos hinchas de fútbol.
Pero todo ese cúmulo de sentido cargado por el fútbol, lo es sólo en cuanto identificación con el accionar de otros, pasivamente despegada de mi vida diaria, de la realidad de mi existencia concreta. Como bien lo señaló alguna vez Raúl Gámez los hinchas de antes “éramos hinchas del club, ahora sólo son hinchas de la camiseta”. Hoy el club no es un lugar más donde concreto diariamente mi vida, es sólo una entelequia indefinible con la que me identifico.
Pero así, desprendido de mi vida, esa identificación es deficitaria, ficcional, artificial. Requiere ser reforzada, y al imposibilitarme una concreción claramente defendible, el reforzamiento de esa identidad pasa por el otro. El peso de la identidad como hincha está en la delimitación rabiosa del adversario. La ausencia de un propio campo fuertemente significante empuja al hincha a buscarse en la descalificación del rival. La tendencia, cada vez más creciente cuanto más joven es el hincha, es a graduar la calidad de adhesión a una camiseta a partir de la cantidad de odio y descalificación que se escupa sobre el rival. La negación de la condición de igual en el otro, es el máximo de posibilidad en mi propia condición de simpatizante de un equipo.
Cualquier actitud positiva, cualquier expresión elogiosa sobre algún rival es violentamente tachada como signo de que la adhesión al propio club es al menos débil. ¿Cuánto hace que un jugador o un equipo rival es aplaudido por su buen juego? Es que hasta el juego se ha vuelto secundario, al punto que es común en clubes como Vélez (que históricamente se ha jactado de haber descendido por mantener la honestidad) que se reclame a los dirigentes por no haber comprado un partido clave. También es notorio como el conocimiento estrictamente futbolístico de los hinchas se ha pauperizado, y no porque lo desarrollen sobre objetos más elevados. Sencillamente la cuestión pasa hoy por otro lugar: lo que importa es el “mundo del fútbol” y no el fútbol mismo. El fútbol parece absolutamente intercambiable por cualquier otro juego. Pareciera que si alguien fuera capaz de ubicar en el lugar social que ocupa el fútbol al waterpolo todo seguiría su curso sin demasiadas modificaciones.
Esta ficción de identidad que por su carácter artificial requiere ser reforzada negativamente, se realiza en el marco de desarticulación, retracción y consecuente atomización social que hemos descripto. La delimitación del otro se convierte en los sectores más violentos en su destrucción.
Ya no se trata de “defender los trapos”, castigar los excesos de osadía, hacer valer la localía, “hacer respetar” o ver “quien se la banca más”. No, todo aquello que refiera a alguna autoafirmación (aunque sea frente al otro) ha perdido valor en la construcción identitaria del hincha. La construcción de uno pasa casi exclusivamente por la destrucción del otro. Las cobardías de ayer son las guapezas de hoy, y hasta sirven para ganar terreno en el interior de la propia hinchada.
Los códigos aún supervivientes son definitivamente suplantados por códigos de tipo mafiosos entre cúpulas de las barras, debajo de ellos, de lo que se trata es de la destrucción del otro.
Es en este cuadro cada vez más caótico y embravecido que fermentan las tormentas que luego lamentamos todos los que miramos las nuevas olas y ya somos parte del mar.

Alejandro Irazabal

¿Crimen Perfecto?

Cuando al palco de prensa de San Lorenzo llegaron las primera informaciones aclarando que el desbande que la parcialidad de Vélez estaba provocando no era en respuesta de una orden policial de quitar las banderas, la discusión general pegó un giro radical: de asegurar que le “quitarán puntos a Vélez” se pasó a la pregunta “¿a quién se lo penará con esa quita?” Salvo los periodistas partidarios del club, nadie dedicó un segundo a las diversas posibilidades de esa muerte, a intentar ponerle un rostro, una historia, un entramado de relaciones afectivas. La muerte es ya un elemento más en la competencia, hasta con un posible efecto directo en la tabla de posiciones, hablar de una muerte es ya “hablar de fútbol”.
Obviamente, luego cada uno de esos periodistas ingresaba a la cabina a salir al aire a lamentarse amargamente del trágico hecho, para volver rápidamente al pasillo a recabar las últimas informaciones: “¡Los de Huracán! ¿Corresponde quita de puntos si fue desde La Quemita?” Los más “concientes” elevaban su preocupación: “¿Se parará el fútbol?”
Pero quienes siempre se negaron a castigar duramente con reducciones de puntos (al menos en la máxima categoría), salieron a calmar los ánimos: “esto es un hecho delictivo común, ajeno al fútbol”. En otras palabras: a mi no me miren. Del lado del Estado, con la misma urgencia de zafar (el crimen se produjo en la calle y bajo supuesta custodia policial), reafirmaron curiosamente la misma idea. Para colmo de sus males, Vélez había salido a darle duro al responsable nacional del área, diciendo muy poco de la entidad presidida por Grondona (descartamos que atendiendo a evitar una posible quita de puntos, ya que las declaraciones del vocero de AFA parecían alejar esa posibilidad)
¿Se resquebrajó algo de la relación de Vélez con el gobierno? Aunque por algo no se enfrentó a las cámaras quien suele hacer su tradicional gira mediática cada vez que algo de Vélez tiene trascendencia nacional, tampoco fue el presidente ni algún vice. No, fue el Secretario de Actas el encargado de recorrer los medios poniendo la cara a algo tan delicado. ¿Fue elegido este directivo por su especialización en derecho penal? Nada de lo que dijo mostró la necesidad de poseer ningún conocimiento demasiado profundo sobre el tema.
Ni siquiera agregó mucho al juego al que nos entregamos todos: competir para ver quien es el mejor Dupin.
Las primeras hipótesis señalaban el interior de La Quemita y por ende, a la hinchada de Huracán. Hasta se habló de una supuesta “incomodidad” que los hinchas del Globo habrían sufrido en su visita al Amalfitani para presenciar un intrascendente partido por la última fecha del campeonato.
Luego se vio a tipos tirados entre los pajonales cercanos al predio de Huracán. Pero la falta de racionalidad de esta hipótesis llevó a hacer partir los disparos de una parrilla vecina en la que pararían miembros de la barra de San Lorenzo (otros afirman que del Globo). La Butteler tendría un sector rival que necesitaría realizar acciones fuertes para ganar terreno en la interna. Al mismo contexto respondían las acciones del Fiat (Uno para algunos, Duna para otros, para todos blanco), un 206 negro y hasta una Fiorino. Estos autos habrían provocado buena parte del viaje a los “custodiados” micros de Vélez y, más por extensión lógica (o por el deseo de que “sean de San Lorenzo”) que por algún elemento concreto, terminaron señalados por dedos acusadores no muy acompañados por ojos (ni por cerebros). Luego la moto cerca del Amalfitani “marcando” cuales eran los micros de la Pandilla. Después de determinar que eran los últimos dos, habrían mostrado gestos amenazantes y se adelantaron rabiosamente a dar los datos. Pero los micros de la Pandilla no salieron y los últimos de la caravana habrían sido como “dobles involuntarios” de la barra. En uno de ellos iba Emanuel.
Más tarde se dijo que fue a la derecha del micro, después que fue a la izquierda, que “¿por qué nadie del micro habla?”, “hablan los del de atrás, los del de adelante...”, que la bala entró a 30 cm., etc. La infaltable tendencia a convertir a la víctima en victimario, tendencia tranquilizadora: si la víctima o su entorno “hizo algo”, si yo no hago nada similar yo no estaré nunca en ese lugar, las cosas parecen quedar en mis manos.
Pero alguien del micro, íntimamente, habló. Contó como Emanuel tenía medio cuerpo afuera, como entró otra vez completamente al ómnibus, como cayó sobre su amigo, “gordo, dejate de joder”, todo parecía otra tonta broma típica de un chico lleno de vida; pero no, esta vez alguien se la vaciaba, se quejó de un ardor, pidió agua, pidió bajar, no pudo pedir por su vida, tal vez ni notó que se la habían sacado.
Pero la peor de las posibilidades es alguna que los Holmes en que nos hemos convertido no nos animamos a imaginar, tal vez por excesivamente aterradora, porque nos sumiría a todos en un estado se inseguridad casi ontológica: ¿y si este es un “crimen perfecto”? El crimen perfecto es el que no tiene ni siquiera móviles, ni siquiera el disparate de ser miembro de otra barra ¿Cómo develarlo? ¿Por dónde empezar? El crimen por el crimen mismo, el que ni siquiera en el momento de ejecutarlo se piensa como tal, como aquellos chicos que mataron tirando piedras a un tren sin que jamás se hayan enterado de que lo hicieron. ¿Habremos llegado a tanto? ¿Todos nos devanamos los sesos buscando hipótesis porque necesitamos creer que aún no caímos en el abismo del absurdo? Posiblemente deseamos que esto se esclarezca no sólo por llevarle justicia a Emanuel, sino también por nosotros mismos.
Si en este caso no se trata del mero absurdo de la muerte, todo indica que seguimos camino a ello. ¿Alguien notó algún cambio en relación a muertes anteriores? A un lado está la hinchada de River esperando festejar un triunfo, del otro lado la de Vélez que gritará cada gol exactamente igual que el anterior a este crimen, hasta quien escribe los gritará. Luego de los homenajes de rigor, todo seguirá su curso, como siguió Emanuel cuando las víctimas fueron Ulises Fernández o Gustavo Rivero, así seguimos nosotros, y si nos toca ser los próximos, seguirán los demás, nada en el horizonte nos esperanza en algún cambio. Si existiera algún apostador cínico le recomendaría jugarse todo a que esto se repite nuevamente, me lo agradecería con los bolsillos llenos. Otra vez el show debe continuar, otra vez por la misma razón de siempre: se cobra entrada.

Alejandro Irazabal

martes, 4 de marzo de 2008

Amalfitani 83 - Gámez 16

Cada vez que se realiza una encuesta histórica en Internet se señala el mismo sesgo: Internet tiene un promedio de edad bajo y los jóvenes no vieron a tal o a cual. Con ese argumento, por ejemplo, se le dio un premio especial a Pele cuando Maradona lo arrasó en una encuesta de la web de la FIFA hace algunos años.
Pero parece que en Vélez la transmisión generacional de principios e identidad tiene una fuerza que enorgullece. Una de las páginas más visitadas y completas de las numerosas webs fortineras (www.dalefortin.com.ar) emuló el programa televisivo de Mario Pergolini y desde hace unos meses está realizando “El Gen Fortinero”.
En dicha encuesta han participado más de 26.000 personas, y hasta aquí los resultados habían subrayado las dudas que señalamos en el primer párrafo: en cada rubro ganaron los protagonistas de los dorados 90.
Pero llegó el turno de elegir al presidente paradigmático de Vélez Sarsfield. Los finalistas fueron José Amalfitani y Raúl Gámez, el mítico constructor del club versus un presidente que logró ligar su imagen a los triunfos de la década pasada conseguidos durante las presidencias de Petracca y Gaudio.
Sabíamos que en la selección de los finalistas ya la diferencia había sido enorme en favor de Don Pepe, pero en el mano a mano esperábamos un margen menor. No fue así, Amalfitani se impuso por el 83,7% contra sólo el 16,3% de Gámez.
En vista de que los reparos que genera una encuesta digital juegan en contra de la posibilidad de estos resultados, el posible sesgo los engrandece aun más, y nos llena todavía de más satisfacción. No porque nos alegre la derrota de nadie, sino porque refleja que los principios que Don Pepe implica (un club con función social, al servicio de la comunidad a través de la cultura y el deporte) están vigentes al máximo en las nuevas generaciones de velezanos.
Sin embargo, parece que para algunos una diferencia tan abismal no debe reflejarse en cantidad de bronce y reparto de nombres a instalaciones.
Además de lo innecesario que es homenajear con bustos y bautismos a los aun activos (estos homenajes son formas de poner como ejemplo a lo mejor del pasado para que guíe en su accionar a los que actúan en el presente, por lo que si alguien aun es parte de la actualidad debería alcanzar su accionar para ser juzgado y oportunamente seguido), las diferencias abismales entre la adhesión a un estilo (el socialmente activo y constructivo) y el otro (la reducción de Vélez a la pasiva observación desde una tribuna de lo que otros actúan) no habilitan igualar en nada a los personajes que los representan.
Acercándonos a los 40 años de su muerte, Don Pepe es aun hoy inigualable, es el mito originario de Vélez Sarsfield. “Amalfitani” es uno de los sinónimos que tiene el nombre de nuestro club. Ello no sólo implica que Vélez aun tiene una identidad social y deportiva que respetar, sino también que se debe seguir manteniendo la distancia de su figura con la del resto de los dirigentes del presente y del pasado de nuestro club.

Alejandro Irazabal

viernes, 4 de enero de 2008

La Pileta, Una Demostración de Totalitarismo

Quienes nos oponemos a la destrucción de la cancha auxiliar para construir en ese lugar una pileta no lo hacemos por mero capricho, tan sólo nos expresamos como socios del club. Estamos seguros de que Adolfo Chutchurru y quienes lo secundan, al igual que otros dirigentes, quieren lo mejor para Vélez. Entonces nos preguntamos ¿Por qué no escuchan? ¿Quienes les hicieron creer que son magos y sabios infalibles? Lo grave es que parece que se lo creyeron...
Chutchurru, en el año 1993, se hizo cargo del Departamento Deportivo del club. En su favor se puede decir que lo peor de los 90, (la etapa que se inicio en 1996) le toco a él. Después vino De La Rua al país, y para Vélez sobrevivir a ese desastre fue casi milagroso. Siguió Duhalde, la devaluación y el fín de la pesadilla para los clubes como el nuestro. Nos licuaron la deuda de 45 millones de dólares a pesos; vendimos en dólares; casi todos los jugadores eran del club, de nuestras inferiores. Con sólo un poco de sentido común se hizo el milagro. Reconocemos la audacia de haberse hecho cargo del barco cuando podía naufragar y tratar de llevarlo a tierra firme. Hoy, viendo el resultado, decimos que Vélez se colocó el salvavidas y se mantuvo a flote. Pero se conformo con el salvavidas, nunca se animó a aprender a nadar bien; el déficit operativo mensual, así lo demuestra; y no siempre puede aparecer un Rey Mago de Oriente para operar el milagro.
Para aprender a nadar bien hay que recurrir a un profesor, no se puede hacer todo sólo. Porque de esa manera sólo se bracea, se chapucea, se mantiene a flote. El profesor orienta, corrige errores, saca defectos. Quien recurre a un profesor tiene que escuchar y analizar lo que dice. Nosotros no somos profesores, sólo damos una opinión, pero por ahí somos tan locos que en algo podemos llegar a tener razón. Sólo pedimos que escuchen: le dijimos que la Spinetto era una reliquia del club, que lamentablemente nunca se usó y que por eso era propiedad de las palomas. Reconocemos que una de las palomas (la blanca con dos pintitas negras) ya tiene derecho a ser vitalicia. Le dijimos que ahí entrenó y jugó el único equipo de la historia del club Campeón del Mundo, y ahora agregamos que dentro de un par de años se puede realizar en el país otro Mundial, o los Juegos Olímpicos, o al menos (eso se rumores) una Copa América, y a nuestra cancha, con su ubicación de privilegio, con la bajada de autopista a metros, la van a dejar de lado por no tener un campo auxiliar acorde, como exigen los reglamentos.
Una pileta al lado de una autopista en un club con fútbol no parece segura. Dijimos que nos gustaría que el Polideportivo se amplíe hacía al Este. Dijimos que hubiese sido mejor para el "Poli" una confitería con vista a la calle. Dijimos que el lugar donde se construyó la cancha sintética de hockey no era el ideal... Dijimos tantas cosas, pero no escuchan a nadie. Creen que quien vierte una opinión contraria a la de ellos, es un enemigo. Y por lo tanto, como atodo enemigo, hay que destruirlo, porque atenta contra Vélez. Es más, algunos comunicadores oficiales dicen, muy sueltos de cuerpo, que si ellos fuesen administradores actuarían exactamente igual. Ojalá puedan recapacitar y aprender que ese no es el camino.
A veces nos preguntamos qué se juegan con estos caprichos ¿Posicionamiento político?, ¿El pan nuestro de cada día? ¿Poder? Todas preguntas sin respuestas. Nada de lo que se dice por la "cadena oficial" o en asambleas, donde previamente se arma todo un circo, pueden llegar a convencernos. Decía Chutchurru por la "cadena oficial" que el lugar para construir la pileta es ese porque nos asegura 3500 socios que van hacer uso de la misma. Quiero creer que cuando dice que el lugar es ese, se refiere al "Poli" y no precisamente a la Spinetto, porque, por ejemplo, no veo la diferencia si se hubiese construido en la cancha 2, y también se usaban los famosos vestuarios. Cuando habla de los 3500 socios no me voy a poner a discutir una afirmación semejante porque pienso que deben de haber hecho los correspondientes estudios para que eso suceda. Pero por si les interesa mi pensamiento, no creo que así sea, creo que va a concurrir más gente en invierno que en verano. Hoy día la pileta en los clubes se usa más como alternativa deportiva y de salud que como alternativa veraniega.
No quiero ni pretendo ponerme como los radicales de los años 90, que se abrazaban a los árboles cuando se iba ampliar la Panamericana, debido al crecimiento del parque automotor, en defensa de la naturaleza. Una Panamericana que hoy esta quedando nuevamente chica, al igual que la autopista que circunda nuestro club. ¡A ver si todavía este caprichito nos sale caro! ¿Qué pasaría si el Gobierno de la Ciudad quiere ampliar un carril o dos de la autopista y todo el trabajo se hace en vano? Queremos suponer que lo deben haber pensado.
Hay tantas cosas que nos separan en la visión de club que anhelamos que al ver ese santuario histórico que para los velezanos representa la Spinetto no pude dejar de preguntarme ¿Por qué? ¿Por qué esta soberbia de no escuchar a nadie? Alguien me dijo una frase que se usa mucho hoy en día: "Es lo que hay". Espero que no sea por mucho tiempo. A Don Victorio Spinetto y a la historia velezana, como socio, quiero pedirle disculpas. Otros quizá le dirán: "perdónalos, no saben lo que hacen". Y termino con una pregunta que no dejo de repetirme: ¿A estos dirigentes, la historia los absolverá o los juzgará? El tiempo, sólo el tiempo, dará el veredicto.

Angel García