martes, 19 de septiembre de 2006

Una Salvación Peligrosa

Ante la mínima dificultad económica en el club aparecen todo tipo de clarividentes con soluciones extraordinarias. Por lo general estas soluciones implican algún auxilio externo, la fantasía del salvador tiene efectos tranquilizadores que no posee la confianza en las fuerzas propias.
Los “noventistas” insisten en la “moderna” incorporación al club de capitales privados. En sus bocas estos capitales aparecen como seres llenos de buena voluntad que con su dinero hacen magia, magia de la que supuestamente no deberíamos quedar afuera.
Intentaremos aquí hacer algunas reflexiones simples sobre esta creencia ilimitada en las facultades benéficas de la acción mercantil aplicada a los clubes.
La primer pregunta es ¿Qué beneficio trae la inversión privada?
La respuesta es obvia “obtener capitales que de otro modo no se podrían conseguir”.
Pero ¿Hay algún emprendimiento que pueda encarar Vélez para el que no podría obtener fondos por sus propios medios?
Vélez tiene la posibilidad de acceder a créditos y de generar recursos propios suficientes para iniciar la obra que desee u alcanzar cualquier objetivo que se proponga. Como ejemplo tenemos la venta de jugadores actual, Vélez en sólo días logró un par de decenas de millones de pesos.
Entonces ¿Por qué resignar una porción del negocio? Y peor ¿Por qué resignar el dominio del negocio?
Si un capital privado está dispuesto a invertir en Vélez les aseguro que no es por solidaridad con el club, sólo lo haría si visualiza en esa inversión una importante ganancia. Si podemos obtener el capital suficiente para quedarnos con el 100% de los beneficios que visualiza el privado ¿Por qué regalarle una porción o todo? El capital hace una inversión porque sabe que la recuperará y ganará dinero, nosotros también lo haremos si realizamos esa misma inversión.
Otros consideran que el empresario traerá una ingeniería de gestión. La realidad es que en general el capital suele invertir en asuntos muy disímiles entre sí, lo que hace es contratar a especialistas en cada cuestión en la que ingresa, que en el caso del deporte suelen ser... ¡dirigentes de clubes!
También suele destacarse que los empresarios realizan estudios de mercado y contratan elementos capacitados, nada de esto es algo que no podamos hacer, no hay razón para compartir un peso.
Alguien podrá decir que en definitiva un crédito es una especie de inversión privada, un capital financiero que nos facilita fondos y se lleva una fracción (interés). Pero aquí está la clave de la cuestión, el dominio de esa “inversión” es absolutamente nuestro. Si en algún caso es necesario acudir a algún aporte de capitales privados, estos deben subordinarse a Vélez y no Vélez a ellos, como ha ocurrido siempre en los clubes argentinos, miremos algunos pocos casos:
El primero fue Mandiyú, “comprado” por el diputado Tito Cruz. Este individuo organizó una sucesión de despropósitos y caprichos imposible de existir en un club donde cada acto tiene un costo político. El fin de Mandiyú lo conocemos: su desaparición (hoy recuperado por su gente como Textil Mandiyú).
Otro caso paradigmático fue Quilmes, en este caso se trató de uno de los grupos económicos más “serios”, el grupo Exxel. Se iba a convertir en la puerta de entrada a las privatizaciones de los clubes. Sin embargo tampoco la seriedad de la “gran empresa” lo salvó de las arbitrariedades propias de los privados, el Exxel decidió reorientar sus inversiones y desapareció de Quilmes de un día para otro, intentando quedarse con sus 27 jugadores. Al fin llegaron a un acuerdo “ventajoso”: Quilmes se quedó en la B y sin futuro, Exxel le saqueó sus divisiones inferiores.
T y C metió sus dedos en Argentinos, los hinchas del bicho se quedaron sin equipo, se lo llevaron a Mendoza. Argentinos quedo librado a su suerte ante el fracaso económico de la aventura y en 1996 descendió.
A Alvarado de Mar del Plata lo tomó Telemarket, llenaron el equipo de matungos con nombre, las barbaridades tuvieron por corolario al club sin luz eléctrica por falta de pago.
El caso más grotesco no llegó a ocurrir: ISL, una empresa quebrada, intentó descargar su crisis en San Lorenzo (también tenía casi cerrado un acuerdo de palabra con Macri para Boca). Los medios iniciaron una apología del gerenciamiento sólo comparable a la de Neustadt ante las privatizaciones menemistas. Por suerte muchos socios de San Lorenzo no se tragaron tan fácil el asunto y retrasaron la operación. La situación de ISL era tan catastrófica que no resistió y declaró su quiebra.
Podríamos llenar la revista de casos: Chaco For Ever con una empresa que se declaró insolvente y llevó al club a la quiebra, no desapareció gracias a una ley de fideicomiso; Atlanta también quebrado y otros clubes que gracias a los capitales privados hoy “brillan” en el fútbol argentino: All Boys, Villa Dálmine, Defensores de Belgrano, Villa San Carlos, etc.
El denominador común es uno: cuando se va el inversor el club queda peor que cuando llegó.
¿Por que creer que la panacea la tienen entidades sumergidas en una lógica donde la inestabilidad es la norma como es el mercado?
No existe en la economía argentina nada más estable y perdurable que los clubes, la comparación de mortalidad empresaria con la de los clubes es abismalmente favorable a estos. Una de las claves está en las estructuras de control que tiene una Asociación Civil, inexistentes en una empresa que no debe pagar costos políticos por sus errores.
Los defensores de las mil formas posibles de privatización suelen esgrimir el argumento de “lo bien que les va en Europa”, dejando de lado las barbaridades que ocurren en Italia por convertir al fútbol, no ya en principalmente un negocio, sino en exclusivamente un negocio, recordémosle a estos paladines de la eficacia que la institución deportiva más grande del mundo es un club, el Real Madrid, al igual que su rival Barcelona.
Otro ejemplo de estos privatizadores es el deporte estadounidense, en especial su estelar Futbol Americano. Pero sólo logran decir esto gracias a la liviandad con que se puede decir cualquier cosa en los medios argentinos, sino, alguien debería recordarles que el equipo emblemático de este deporte, el más perdurable y el que más títulos ha ganado, es Green Bay, un equipo comunitario.
Pero no todo es una cuestión de ineficacia, los gerenciamientos y otras formas de privatizaciones más abiertas o encubiertas, están muchas veces al borde de lo delictivo: no sólo usufructúan ilegítimamente el patrimonio social levantado por varias generaciones de socios, sino que en muchas ocasiones les ha servido de pantalla para evadir impuestos y hasta para lavar de dinero.
El lugar del capital privado en un club es el de sponsor, es decir, financista de las acciones que el club decida y bajo la dirección del club.
Si algún capital inversor desea utilizar a Vélez para hacer un determinado negocio, lo hace para explotar un posicionamiento que tiene Vélez y ese capital no, usemos adecuadamente ese posicionamiento nosotros, 100% en nuestro propio provecho.

Alejandro Irazabal

martes, 12 de septiembre de 2006

Una de Locos

Carlos Cavagnaro fue un caso atípico en el fútbol argentino. Con sólo 22 años se puso al frente de un equipo de primera división, convirtiéndose en el técnico más joven de la historia.
Contrariamente a lo que muchos creen, había jugado al fútbol, jugó en inferiores de Vélez, pero lo suyo era el análisis técnico táctico, no la vulgaridad de patear una pelota. Siendo sólo un adolescente obnubiló a Don Victorio Spinetto con su sapiencia futbolera y este lo convirtió en su ayudante. La puerta del fútbol se le abrió y desde entonces se niega a salir, mostrando una persistencia en el fracaso, sólo comparable con la constancia para el éxito de los Elegidos.
Lo dicho nos habla de todo un personaje, y, evitando contradecir tipologías, Cavagnaro lo es.
Su mente audaz y su origen relativamente no futbolero le permitía no someterse a esas estructuras propias de cada ambiente, que se toman por verdades absolutas cuando no son más que arbitrariedades consensuadas sin oposición alguna. Por ello Cavagnaro aplicaba ideas que al mundo del fútbol le parecían disparatadas.
Una de ellas consistía en ejercitaciones destinadas a fijar hábitos mentales de juego, por ejemplo, practicar movimientos tácticos sin rival. El equipo se formaba y comenzaba a jugar sin oponente alguno; de este modo, la perfección de lo ejecutado sin resistencia colaboraba con más fuerza a sellar mentalmente la táctica colectiva.
Pero Cavagnaro iba más allá, él creía que para que esto tuviera un efecto máximo se debía acercar la realidad del entrenamiento todo lo posible a la del partido del domingo, por ello, obligaba a los jugadores a festejar de cara a una tribuna imaginaria los goles convertidos a un equipo ausente.
Cierta vez, dirigiendo uno de estos ejercicios en Vélez, el Pepe Castro se olvidó de gritar una de sus conversiones en un arco vacío. Cavagnaro no tardó en recriminarle esta actitud boicoteadota de la simulación de realidad que pretendía construir, pero Castro retomó la ficción a su manera: “Carlos, estoy peleado con la hinchada”.

Alejandro Irazabal